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  • Foto del escritorEbonie Johnson

¡La ira nunca desaparece!

 ¿Alguna vez te has encontrado tan consumido por la ira que imágenes vívidas de confrontación inundaron tu mente? ¿Quizás un golpe rapido tan fuerte que la persona volara al espacio exterior antes de volver a entrar en la atmósfera terrestre? El pensamiento puede haber proporcionado un alivio momentáneo de la frustración que parecía satisfactorio. Sin embargo, debajo de esa oleada de emoción hay una verdad más profunda: el potencial para que la ira se transforme en algo más oscuro, algo corrosivo para el alma.


Yo mismo he caminado por esa línea peligrosa, un seguidor de Cristo obligado por el mandamiento de amar. Mientras tanto, permitiendo que mi ira se convirtiera en odio. Efesios 4:26-27 NTV advierte: "Y no pequen al dejar que la ira los controle. No permitan que el sol se ponga estando aún enojados, porque el enojo le da al diablo un punto de apoyo."


Hubo un tiempo en que alguien a quien me referiré como El Irritante provocaba intensos sentimientos de rabia dentro de mí. Inicialmente, intenté pasar por alto su comportamiento e instado por otros a mostrar gracia y asumir buenas intenciones. Sin embargo, el patrón de mal comportamiento persistió con El Irritante. Cada encuentro con ellos se construyó sobre el anterior hasta que llegué a un punto de quiebre.


Mi punto de quiebre llegó cuando me di cuenta de que detrás de la fachada de inocencia de El Irritante se encontraba un maestro manipulador experto en torcer narrativas para que se ajustaran a su agenda. Sus sutiles engaños envenenaron las percepciones de amigos mutuos, dejándome aislada en mi frustración que llevó a un resentimiento amargo.


Dejada sin control, mi ira se convirtió en una fuerza consumidora, eclipsando mis días y envenenando mis noches. Se transformó en odio, arrojando una sombra sobre cada aspecto de mi vida.


Reflexionando sobre Efesios 4:26-27, llegué a comprender los peligros de permitir que la ira arraigue mientras se le concede al enemigo un punto de apoyo en mi vida. Es como dejar una puerta entreabierta lo suficiente como para que aún parezca cerrada. El enemigo es demasiado astuto como para patear la puerta con un fuerte golpe y entrar corriendo. No, él empujará la puerta lentamente hasta que tenga acceso completo. Entonces su influencia se filtra gradualmente hasta que nuestras vidas están envueltas en la oscuridad.


Pero en medio del tumulto, queda un camino hacia la redención. Comienza reconociendo el control que la ira tiene sobre nosotros y buscando orientación divina para liberar su agarre. Es un viaje lleno de resistencia mientras el enemigo busca mantener su control sobre nuestros corazones.


Sin embargo, con cada paso hacia Dios, debilitamos su agarre hasta que, finalmente, quedamos libres de las cadenas de la ira, el resentimiento y el odio. Así que ruego si la ira fermenta dentro de ti, no dejes que el sol de hoy se ponga sin liberar su control. Porque al soltarlo, encontramos no solo paz para nosotros mismos sino también la fuerza para resistir los artilugios del enemigo.



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